Archivo | junio 2020

Una experiencia Sobrenatural

El susurro de la palabra escrita puede abrir sendas misteriosas en el alma.


«Recuerdo estar sola, abocada a la comunión con el Señor, casi sin
todavía conocer mucho de Él ni de su Palabra. De repente, pude ver al Señor sonriéndome, y al instante estaba con Él en el Cielo. Podía sentir su mano cálida pero firme en la mía, mientras nos deslizábamos de forma apacible por lo que parecía ser un camino sin final. Era bellísimo, bordeado de flores multicolores y arbustos muy verdes y brillantes, todo tenía vida en sí mismo. Algo que realmente me impactó, fue el sentimiento de paz que me embargó».

«Mi cuerpo perdió su peso natural, parecía flotar,
pero no solo eso, era la falta total de esfuerzo al caminar, pensar o hablar. Todo era tan fácil, sin necesidad de esfuerzo alguno, hablábamos sin palabras, pero aun así, todo se sabía y era conocido por todos. Inclusive, los árboles y flores nos saludaban al pasar, hablaban un idioma desconocido pero que en ese momento era totalmente comprensible para mí. Se plasmó en mi memoria, la
manera que se alegraban y decían cosas hermosas, como dándome la bienvenida. Y a pesar de que no puedo trasmitir lo que
me decían, todavía permanece en mí, aquél sentimiento
maravilloso de paz que impartían. Era una clase de paz, completamente diferente a la que nosotros podemos experimentar aquí, como una apertura a lo sano, limpio y puro; a una falta total de temor a la equivocación o al prejuicio.
Una paz que no solo se podía experimentar, sino que ofrecía,
aportaba alentaba, y liberaba de todo peso espiritual y físico. Tanto que sobrepasaba todo límite, era como ser el centro mismo de todo y alrededor lo demás giraba para agradecerte por lo que eras.
Se percibía una completa libertad, pues no existían barreras, donde se podía conocer todo y a la vez ser conocida por todos. Mi pensamiento era trasmitido al instante y todos podían estar al corriente de ellos, pero había una completa ausencia de temor y
todo pensamiento era bueno en extremo, solo de bendición. Todos éramos parte de todos, y nos comunicábamos solo con la mirada o pensamiento, nuestras mentes no tenían obstáculo alguno. Se experimentaba una libertad perfecta y completa. Tanto los
seres angelicales, como los elementos, vegetación, eran seres inteligentes.»


«Las plantas, el agua, el viento, todos tenía su propio y maravilloso lenguaje y todos los demás lo compartíamos. Recuerdo estar caminando tomada de la mano de Jesús y ver su sonrisa amplia y generosa que penetraba hasta lo profundo de mi alma. De tal manera, que al regresar a la realidad esa sensación me acompaña hasta el día de hoy. El se hizo parte de mí, y desde
ese día no puedo imaginarme ver al Señor de otra manera, solo desde esa perspectiva de paz, amor, libertad, grandeza y generosidad.»

Caminamos juntos, tomados de la mano, por lo que me pareció un largo tiempo, era como que el tiempo es el correcto, justo el que necesitas para hacer algo. Aquí, a veces tenemos la sensación de que nos faltó tiempo o hubiésemos deseado más, pero allá no, la paz y el placer que sientes incluye también eso, el disfrutar el tiempo que desees. Sé que me habló y habló, todo lo que me decía me edificaba, me instruía y preparaba. Recibí un mensaje, que obviamente, no puedo descifrar en el plano natural, pero sé que quedó en mi espíritu, y que cada vez que lo necesite, estará allí. Impartiéndome, tanto el vigor y la sabiduría, como el consejo necesario. Reconociendo, que nunca hubiese podido resistir, todo lo que me ha tocado atravesar en estos años, sin esas palabras de Jesús dentro de mi ser. Y conozco que tenemos la Escritura, pero también sé que hay palabra viva, palabra Rehma, que se
que se cumple justo cuando la necesitas, y eso es lo que recibí de primera mano mientras caminaba con Jesús en Cielo.»

«Puedo, también, recordar el agua que corría en el centro y a los lados de las flores y los árboles esplendorosamente verdes. Todo tenía vida, esa agua parecía cantar y adorar, era gruesa y espesa, se movía en pequeñas olas que hacían cascadas, me hablaba al pasar, me saludaba. Los árboles también lo hacían, haciéndome sentir tan especial, hermosa e importante, con sus ramas y hojas tan verdes y brillantes, tales como nunca había visto. Las flores, que eran bellísimas y de formas tan diferentes, se mecían
y hablaban entre sí, y sus perfumes eran tan desconocidos, delicados y deliciosos.

Tengo que decir, que al volver de aquella visión, todo me pareció
difícil de soportar, por lo exageradamente bello que pude experimentar allá y el contraste que pude ver aquí. Hasta el día de hoy, no puedo quitarme esas hermosísimas imágenes de lo vivido, e inevitablemente pienso en todo lo que nos espera cuando vayamos a vivir con el Señor.»


«Pero quiero ahondar un poco más, si es que el Espíritu Santo me auxilia, en esta empresa de desear compartir una experiencia que está muy lejos de ser comprensible a nuestra mente humana. Para luego poder también contar algo de lo sucedido en Julio del año 1997, cuando el Espíritu Santo me conmovió permaneciendo conmigo por veinte y un días consecutivos, con sus noches y días. La primera visión me introdujo a lo sobrenatural, la segunda me impulsó a servir a ese Dios sobrenatural, el que también a
través de esa experiencia me capacitó.»


La primera visión te introduce a lo sobrenatural, para luego impulsarte a servir a ese Dios sobrenatural.

Tomado del Libro: La Atmósfera Espirtual del Profeta

Dios le bendiga,

Profeta,

Graciela Meneguzzi

La Biblia que leemos

Solo si la leemos con la mente de Dios, es que podremos comprender la Palabra.

«43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra» (Jn 8:43).

Alguien, al oírme, hace muchos años, me preguntó que biblia usaba. Por supuesto, que tomé el elogio, pero también me guardé la connotación del mismo. Y a pesar, de que ha transcurrido mucho tiempo, todavía le doy mucha importancia a aquello. Porque, no se trata de que biblia usamos, sino con qué mente la leemos. Si tenemos o no, el espíritu de revelación, que nos dá el verdadero significado de la misma. La Palabra del Señor, si bien fue escrita para los hombres, nunca se pensó se leyera con una mente signada por el pecado. Recordemos, que el diseño divino, se echó a perder en el Edén, por el pecado de Adán. Más, Gloria sea a nuestro Señor Jescristo, que por el espíritu de resurrección, hemos retomado ese poder. Y bien digo, el poder, porque caundo fuimos hechos hijos de Dios, volvimos a tener su genética espiritual. Y así, como lo es, en lo natural, podemos comprender mucho más, a nuestros padres, por lo que quieren decir, que por lo que dicen.

«12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Jn 1:12).

La palabra de Dios, nunca puede ser comprendida con un mente no renovada. Bien nos dice el Apóstol, que para el mundo, las Buenas Nuevas anunciadas en ella, son locura y nos las puede entender. Jesús, tuvo que lidiar; y he escogido muy bien la palabra «lidiar»; porque ella significa: Luchar, reñir, enfrentar; incluso podemos ver que con la definición de la misma, se nos da el ejemplo de alguien que hace algo para que el toro lo enbista. Imagínese, el grado de confrontación acerca del mensaje, que el Señor Jesucristo traía, y estaba deseoso de entregarnos. Pero, las mentes, estaban tan encerradas y cautivas a la Ley y a las costumbres terrenales. Que era casi imposible poder atravesar ese pensamiento establecido. Pero vayamos a buscar el remedio para ello, pues de nada serviría que le dijese todo esto, sino le mostrara como asisirse de la bendición de la comprensión. La que, sin duda llega a nosotros, como un vaso de agua fresca, en medio del desierto de nuestras almas.

«17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos» (Ef 1:17-18).

Quien más entendía la necesidad de la revelación de la palabra que el mismo Apóstol Pablo. Mientras, escribía estas palabras, tal vez, no tenía que hacer mucho esfuerzo para recordar sus días como Saulo. La manera que había perseguido a la Iglesia de Jesucristo, y como había echado a muchos a la cárcel. Pero cuando el espíritu de revelación le alumbró, ese Saulo se transformaría en el instrumento de honra más glorioso. De modo que, cuando leamos la palabra del Señor, pidámosle al Espíritu Santo que nos la revele, pues solo así podremos ser bendecidos y estaremos en la capacidad de bendecir a otros.

«11 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; 12 pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. 13 Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; 14 y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres» (Gal 1:11-14).

«23 solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. 24 Y glorificaban a Dios en mí» (Gal 1:23-24).

En oración en este día, me uno al deseo santo del Apóstol Pablo, para que reciba ese espíritu de revelación. Que pueda entrar en esa atmósfera espíritual, y pueda entender su Santa Palabra. Y que ésta introduciéndole a lo sobrenatural produzca los frutos que la misma conlleva. Recuerde, Dios le ama, y ha dejado su tesoro encerrado en su voluntad; en su Palabra, si entra en ese lugar reservado, todo le será posible.

Dios le bendiga,

Le amo en Cristo el Señor,

Pastora Graciela Meneguzzi

La Doble porción de la Unción

La Unción no es solo para el que la desea, sino para el que paga el precio por ella.

«9 Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí.10 El le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no.11. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.12. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes» (2 R 2:9-12).

Tal vez, al mirar a Elías y Eliseo andar juntos, y más aún ver que Eliseo era solícito en servir a Elías, algunos pudieron pensar que eran amigos. Compañeros que disfrutaban andar juntos. Verlos compartir, hablar , o tal vez comer juntos, nos les parecía una imagen peculiar. Por el contrario, en ese tiempo, era bastante común que alguien sirviera y aompañara a otro.

Pero si algo he aprendido en mi vida, es que los grandes milagros se gestan en pequeños actos de obediencia. En aquello que parece insignificante, podemos hallar algo poderoso. Sino, pensemos donde y como se encuentra el oro. Junto a la arena que es tan común y cuantiosa, en medio de la arcilla o agua sucia, allí es donde de repente, un destello se vislumbra, y el buscador sabe que lo ha hallado.

La pregunta, que deberíamos hacernos, es cuanto queremos lo que deseamos. Cual es el precio que ofrecemos pagar por ello. Me gusta ver, como Eliseo, a pesar que sabía que deseaba lo que Elías tenía, el no fue escaso al pedir. Cuando su maestro le preguntó que quería recibir, que deseaba que hiciera por él. Eliseo no se conformó con la medida que Elías poseía. ¡No! ¡El fue mucho más lejos! El pidió doble de lo que tenía.

Yo misma no lo creo. ¡Qué osadía! Pero, también pienso, cuántas cosas Eliseo, habrá tenido que atravesar. Cuántas noches de meditación, de incertidumbre, aún soportando, tal vez, las inclemencias del tiempo. El sabía lo que deseaba, y también sabía que había ofrecido todo lo que tenía, no había escatimado en esfuerzo alguno. Por eso, tampoco titubeó al pedir la doble porción de la Unción de Elías. Y al parecer, también conocía la razón para obtenerla. Sino, miremos el próximo verso.

«13 Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán.14 Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo» (2 R 2:13-14).

No tenga ninguna duda, que si tiene un propósito Divino, mantiene una obediencia santa, y ofrece toda su voluntad y fuerza, Dios le concederá la cobertura de su Unción.

Dios le bendiga!

Su Pastora,

Graciela Meneguzzi

Cinco Propiedades de la Unción

La Unción nos proteje, más allá de nuestras propias fuerzas

«20 Hallé a David mi siervo; Lo ungí con mi santa unción.21 Mi mano estará siempre con él, Mi brazo también lo fortalecerá.22 No lo sorprenderá el enemigo, Ni hijo de iniquidad lo quebrantará;23Sino que quebrantaré delante de él a sus enemigos, Y heriré a los que le aborrecen.24 Mi verdad y mi misericordia estarán con él, Y en mi nombre será exaltado su poder.25Asimismo pondré su mano sobre el mar, Y sobre los ríos su diestra» (Sal 89:20-25).

La Unción del Espíritu Santo, es algo de lo que muchos hablan, pero a menudo, poco saben lo que específicamente que debe esperar de ser ungido. A veces se piensa, que es solo una experiencia emocional, llorar o caerse al suelo, otros van más allá y piensan que es una espiritual; como tener una visión. Tienden a pensar, que si alguien pone sus manos con aceite sobre nosotros, dice una corta oración. Entonces, seremos gloriosamente transformados. Déjeme decirle, que no es así. Existe una gran diferencia, entre ser ungido y tener la unción. Y por supuesto, que lo primero que deberíamos proponernos, es consagrarnos y dedicarnos por completo al Señor. Entregándole a él nuestra vida, limpiando nuestro corazón del pecado. Pues, la unción, es la misma presencia del Señor, y no puede habitar en un lugar pecaminoso. Además, procurar renovar continuamente nuestra relación en obediencia.

Ahora, veamos lo que la Unción del Señor produce en nosotros. Lo primero, como hemos leído, nos fortalece. -mi brazo también lo fortalecerá-. Ya no nos sentiremos débiles o incapaces, Dios será nuestra fortaleza en cualquier situación. Como en la vida de David, que podía decir que fuese león fuese oso, el lo mataba, (1 S 17:36). Ya no nos sentiremos indefensos frente a quiénes sean más fuertes que nosotros, pues nadie nos podrá vencer si Dios con su Espíritu está con nosotros.

Lo segundo, el enemigo ya no nos podrá dañar. Cuando la Unción está sobre nuestras vidas, prevalece contra todo lo que nos quiera dañar. Su protección estará sobre nosotros, aún la enfermedad, o los ataques emocionales del enemigo, no podrán prevalecer contra ella. Volvamos a leer la Escritura. «22 No lo sorprenderá el enemigo, Ni hijo de iniquidad lo quebrantará» (Sal 89:22). Sean las fuerzas demoníacas, las adversidades, o estaciones de aflicción, nunca podrán socavar nuestra fe, dejándonos sin fundamento. En este Salmo, David nos comparte la imagen que el asiduamente experimentaba; cuando ungían a las ovejas para que las moscas no se posaran sobre ellas infectádoles. A todos nosotros, como ovejas del Señor, él nos ha provisto de su aceite Divino, de su maravillosa presencia. La cual, es temida a tal punto, que nada ni nadie podrá hacernos daño. Dios quebrantará a todos nuestros enemigos delante de nosotros. De modo que no tema ningún mal que lo quiera amedrentar.

«5Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando» (Sal 23:5).

Lo tercero que hará, es que nos establecerá en autoridad. El nombre de Jesús, tiene toda autoridad, y su Sangre nos liberta de todo dominio o falsa autoridad. Nos ha dado el poder de hablar como hijos de Dios su palabra. Y esa palabra tiene toda autoridad, y al proclamarla, esa autoridad nos guarda, y nos establece con seguridad.«24 Mi verdad y mi misericordia estarán con él, Y en mi nombre será exaltado su poder» (Sal 89:24).

Por último, la cuarta cosa que produce la Unción en nosotros, es que podremos influenciar a otros. «25Asimismo pondré su mano sobre el mar, Y sobre los ríos su diestra» (Sal 89:25). El mar en la biblia simboliza gente. La unción comenzó a fluir a través de David. Dios es un Dios miltiplicador, el no está limitado, cuando realiza algo, lo hace para que sea multiplicado. Por medio de la unción sobre nuestras vidas, muchos se salvarán. Reconocerán a Jesús como Salvador, y ellos mismos vendrán a ser ungidos por el Espíritu Santo. Por ello, es importante conocer a Dios, entregarnos completamente a él, y dedicarnos en santidad. Apartarnos del pecado, ser personas perdonadoras y conciliadoras, evitando contiendas y mezquindades mundanas.

Que en este día, pueda comenzar esa búsqueda profunda de Dios. Y meditando en la palabra, el Espíritu Santo de Dios pueda venir sobre su vida de manera poderosa.

Dios le bendiga!

Profeta,

Graciela Meneguzzi

La conquista de la libertad

La única cosa en el mundo que ninguna realigión puede reclamar como posesión propia, es la oración.

«También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar» (Lc 18:1).

La oración es un tema universal. La razón, es por la necesidad que tiene todo ser humano creado por Dios, de relacionarse con su Creador. Si no tenemos la práctica de la oración diaria, es imposible, que podamos saber lo que Dios desea enseñarnos. Los principios de la oración, tiene como propósito llevarnos a una experiencia de cambio de vida. En este devocional, solo hablaré de uno, por ser el más importante de todos. Tanto, que es casi incomprensible, que muchos se pierdan tan grande bendición, como lo es, la de compartir tiempo con Dios.

«5 Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. 7 No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; 8 Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos» (Pv 3:5-8).

Si ha leído éstos versos, cabe preguntarse, como es que uno puede llegar a confíar en Dios al punto de apoyarse en él, y en su prudencia, más que en la nuestra. Primero debemos saber que la oración es un viaje a su presencia, por lo cual es un proceso. Hemos aprendido desde niños, a enmascarar nuestros sentimientos, estados de ánimos y emociones. Los hechos más viles, por lo cual muchos hoy carecen de libertad, ocupando lugares en cárceles, es por la razón de haber mantenido cautivos por mucho tiempo todos esos sentimientos. Por no encontrar con quien compartir, en libertad y confianza.

Y digo qe es un proceso, porque no es fácil. Liberar todo lo que sentimos, abrirnos y confiar que seremos comprendidos y aceptados, tal como somos. Vivimos en una sociedad de apriencias. Se cree que, para tener éxito o ser apreciado, debemos mantener una apariencia aceptable. De todos modos, hemos sido testigos de que en un momento u otro, todo se manifiesta. Y acabamos siendo expectadores de cosas impensadas, de actos realizados por personas inimaginables. Nada puede permanecer mucho tiempo atrapado, pues, la persona real finalmente se manifestará.

De eso exactamente se trata la oración; de confianza. Uno comparte con libertad y paz, cuando confía con quien lo hace. Cuando puedes expresarte por completo, así como eres, entonces puedes ser restaurado y establecido. Luego, que hayas obtenido esa libertad, de poder ser tú mismo delante de Dios, abriendo tu corazón, sabiendo que el te conoce, te acepta y te perdona. Asegúrate, de mantenerte en su presencia el tiempo neceario para oír su voz. Es entonces que en ese proceso, desarrollarás nuevos niveles de comunicación con Dios. Recuerda, que la oración, sobre todo, se trata de confianza, de sentirte aceptado y perdonado. Luego será muy fácil desear complacer a Aquél que te amó de esa manera.

Que hoy sea el comienzo de ese maravilloso viaje a su presencia.

Dios le bendiga,

Profeta, Graciela Meneguzzi

Ten misericordia, oh Dios, ten misericordia.

A menudo el aparente desprecio oculta una inconfesa admiración.

«3Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros, Porque estamos muy hastiados de menosprecio. 4 Hastiada está nuestra alma Del escarnio de los que están en holgura, Y del menosprecio de los soberbios» (Sal 123:3-4).

Los consultorios de los psicólogos están repletos de personas, que en la mayoría, han atravesado una situación como la que este salmo describe. El menosprecio, en especial a la edad temprana, marca la identidad afectando la autoestima. De tal manera que el trauma puede trascender las épocas, y permanecer en el tiempo. Solo en Dios y en sus consolaciones, podremos mantenernos sanos, luego de haber hallado su tierno y amoroso consuelo de amor.

Por ejemplo, el mundo no pudiendo comprender nuestra santa devoción a Dios, se extraña, a la vez que en muchas ocasiones sonríe con desdén, nuestra fidelidad de asistir a la iglesia. Muchos de ellos, sufren de una crisis de pobreza espiritual tal, que a menudo, su único alegato, es su gran estabilidad económica. El salmista, hace mención del hastío que experimenta, de parte de los soberbios, que se creían seguros por su poder económico. Proclamaba que ya no daba más, que se sentía hastiado, o sea ya no soportaba el menosprecio, el desdén, la falta de respeto, y pedía a Dios misericordia.

El mensprecio de los soberbios es díficil de soportar. El orgullo de los grandes de la tierra, es amargo de manera especial; algunos, como alguien dijo: «son maestros de burlas, sarcasmos y desprecio, y saben como inyectar ese veneno a loa humildes». Y estoy conciente, que hablar del desprecio, es fácil, ser el objetivo del mismo, sin duda, es otra cosa. Hay grandes corazones que han sido quebrantados, y espíritus valerosos que se han marchitado, a causa de la falsedad y la hipocresía. No solamente, frente al mundo, sino en las realaciones, viniendo de los que uno ama, de aquellos que, tal vez están a nuestro lado. Sino, miremos, en nuestros días, la cantidad de femicidios, las mujeres que hasta mueren a manos de aquellos que debieran amarlas.

Pero, recordemos que también dice: «ten misericordia». Y si lo leemos bien, lo vuelve a decir. La mención duplicada, tiene que ver con una oración ferviente, pero hecha con seguridad que se va a obtener lo que se pide. Pedir misericordia, es pedir favor, gracia, que se actúe trayendo justicia. Si algo sabía el salmista, es que Dios es justo. Que él tomaría su causa y traería de su benevolencia para darle respuesta.

Por eso, le animo, a pensar en Jesús, el fue menospreciado y rechazado por los hombres, pero no cesó en su servicio, hasta que fue exaltado por su Padre. Llevemos nuestro yugo, y creamos firmemente que el menosprecio de los soberbios se nos cambiará en honor en lo venidero. Incluso, nos sirve de certificado que no somos de este mundo, porque si lo fuéramos, el nos amaría.

«18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. 20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.21Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado» (Jn 15:18-21).

Dios le bendiga!

Graciela Meneguzzi

Como miran los siervos, a la mano de su señor.

Solo cuando entiendes las instrucciones, es que las puedes seguir.

No hay oración corta, cuando ésta es hecha con un corazón ferviente. La fuerza de la oración no consiste en las muchas palabras, sino en el fervor del espíritu. Esta es la situación de este corto Salmo de David. Se conjetura, que tal vez, pudo haberse oído como un suspiro, en un tiempo de gran aflicción, como en los días de Nehemías, o de Antíoco. Lo cierto, es que desde tiempos antiquísimos, el mismo ha sido un consuelo para el cuerpo de Cristo.

«1Cántico gradual. A ti alcé mis ojos, A ti que habitas en los cielos. 2He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, Hasta que tenga misericordia de nosotros» (Sal 123:1-2).

Lo primero que vemos, es que levantó los ojos a los montes; a Dios. El acto mismo de levantar los ojos, indica que esperamos ayuda de alguien que está más arriba de nosotros. Es el testimonio de alguien creyente, humilde. La infidelidad, nunca llevará a nadie por encima de lo terrenal, Tampoco el orgullo hará que traspasemos lo cielos para hallar el socorro. Alguien que levanta sus ojos, reconoce que Dios es el que gobierna, que el mismo es su siervo. Es el testimonio de un corazón agradecido que reconoce que toda dádiva perfecta proviene de Dios. Suspira de esperanza y deseo de lo que puede provenir del Cielo.

«como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios». Para nosotros, no es fácil entender el pensamiento oriental. En ese tiempo, a la señal de la mano, los sirvientes sabían que debían realizar. Sea, servir, retirar, hacer entrar, etc. etc. Hoy mismo, nosotros hacemos muchas cosas, que van más allá de las palabras. Nos expresamos con la mano, para saludar, palmear aprovando, saludando al dar la bienvenida o despidiendo. Halagamos, aplaudimos, bendecimos, amenazamos o suplicamos.

Nuestros ojos deben mirar , aguardar, esperar; constantemente, con paciencia y sumisión, a Aquél que nos dará la respuesta a nuestra necesidad. No desespere, Dios conoce nuestra problemática, sabe en que momento justo enviarnos el socorro, la respuesta. Si abemos que El es nuestro amo, solo debemos aguardar que su mano se mueva a nuestro favor.

Le invito hoy a reflexionar, a buscar a Dios en quitud y confianza. Levantar sus ojos en humildad y seguridad, esperando con reverencia y gratitud. Reconociendo la magnificencia de su amorosa mano. Con seguridad, Dios le traerá mucho más bendición, de lo que imaginaba.

Dios le bendiga,

Pastora,

Graciela Meneguzzi