El susurro de la palabra escrita puede abrir sendas misteriosas en el alma.
«Recuerdo estar sola, abocada a la comunión con el Señor, casi sin
todavía conocer mucho de Él ni de su Palabra. De repente, pude ver al Señor sonriéndome, y al instante estaba con Él en el Cielo. Podía sentir su mano cálida pero firme en la mía, mientras nos deslizábamos de forma apacible por lo que parecía ser un camino sin final. Era bellísimo, bordeado de flores multicolores y arbustos muy verdes y brillantes, todo tenía vida en sí mismo. Algo que realmente me impactó, fue el sentimiento de paz que me embargó».
«Mi cuerpo perdió su peso natural, parecía flotar,
pero no solo eso, era la falta total de esfuerzo al caminar, pensar o hablar. Todo era tan fácil, sin necesidad de esfuerzo alguno, hablábamos sin palabras, pero aun así, todo se sabía y era conocido por todos. Inclusive, los árboles y flores nos saludaban al pasar, hablaban un idioma desconocido pero que en ese momento era totalmente comprensible para mí. Se plasmó en mi memoria, la manera que se alegraban y decían cosas hermosas, como dándome la bienvenida. Y a pesar de que no puedo trasmitir lo que
me decían, todavía permanece en mí, aquél sentimiento maravilloso de paz que impartían. Era una clase de paz, completamente diferente a la que nosotros podemos experimentar aquí, como una apertura a lo sano, limpio y puro; a una falta total de temor a la equivocación o al prejuicio.
Una paz que no solo se podía experimentar, sino que ofrecía, aportaba alentaba, y liberaba de todo peso espiritual y físico. Tanto que sobrepasaba todo límite, era como ser el centro mismo de todo y alrededor lo demás giraba para agradecerte por lo que eras.
Se percibía una completa libertad, pues no existían barreras, donde se podía conocer todo y a la vez ser conocida por todos. Mi pensamiento era trasmitido al instante y todos podían estar al corriente de ellos, pero había una completa ausencia de temor y todo pensamiento era bueno en extremo, solo de bendición. Todos éramos parte de todos, y nos comunicábamos solo con la mirada o pensamiento, nuestras mentes no tenían obstáculo alguno. Se experimentaba una libertad perfecta y completa. Tanto los
seres angelicales, como los elementos, vegetación, eran seres inteligentes.»
«Las plantas, el agua, el viento, todos tenía su propio y maravilloso lenguaje y todos los demás lo compartíamos. Recuerdo estar caminando tomada de la mano de Jesús y ver su sonrisa amplia y generosa que penetraba hasta lo profundo de mi alma. De tal manera, que al regresar a la realidad esa sensación me acompaña hasta el día de hoy. El se hizo parte de mí, y desde
ese día no puedo imaginarme ver al Señor de otra manera, solo desde esa perspectiva de paz, amor, libertad, grandeza y generosidad.»
Caminamos juntos, tomados de la mano, por lo que me pareció un largo tiempo, era como que el tiempo es el correcto, justo el que necesitas para hacer algo. Aquí, a veces tenemos la sensación de que nos faltó tiempo o hubiésemos deseado más, pero allá no, la paz y el placer que sientes incluye también eso, el disfrutar el tiempo que desees. Sé que me habló y habló, todo lo que me decía me edificaba, me instruía y preparaba. Recibí un mensaje, que obviamente, no puedo descifrar en el plano natural, pero sé que quedó en mi espíritu, y que cada vez que lo necesite, estará allí. Impartiéndome, tanto el vigor y la sabiduría, como el consejo necesario. Reconociendo, que nunca hubiese podido resistir, todo lo que me ha tocado atravesar en estos años, sin esas palabras de Jesús dentro de mi ser. Y conozco que tenemos la Escritura, pero también sé que hay palabra viva, palabra Rehma, que se
que se cumple justo cuando la necesitas, y eso es lo que recibí de primera mano mientras caminaba con Jesús en Cielo.»
«Puedo, también, recordar el agua que corría en el centro y a los lados de las flores y los árboles esplendorosamente verdes. Todo tenía vida, esa agua parecía cantar y adorar, era gruesa y espesa, se movía en pequeñas olas que hacían cascadas, me hablaba al pasar, me saludaba. Los árboles también lo hacían, haciéndome sentir tan especial, hermosa e importante, con sus ramas y hojas tan verdes y brillantes, tales como nunca había visto. Las flores, que eran bellísimas y de formas tan diferentes, se mecían
y hablaban entre sí, y sus perfumes eran tan desconocidos, delicados y deliciosos.
Tengo que decir, que al volver de aquella visión, todo me pareció
difícil de soportar, por lo exageradamente bello que pude experimentar allá y el contraste que pude ver aquí. Hasta el día de hoy, no puedo quitarme esas hermosísimas imágenes de lo vivido, e inevitablemente pienso en todo lo que nos espera cuando vayamos a vivir con el Señor.»
«Pero quiero ahondar un poco más, si es que el Espíritu Santo me auxilia, en esta empresa de desear compartir una experiencia que está muy lejos de ser comprensible a nuestra mente humana. Para luego poder también contar algo de lo sucedido en Julio del año 1997, cuando el Espíritu Santo me conmovió permaneciendo conmigo por veinte y un días consecutivos, con sus noches y días. La primera visión me introdujo a lo sobrenatural, la segunda me impulsó a servir a ese Dios sobrenatural, el que también a
través de esa experiencia me capacitó.»
La primera visión te introduce a lo sobrenatural, para luego impulsarte a servir a ese Dios sobrenatural.
Tomado del Libro: La Atmósfera Espirtual del Profeta
Dios le bendiga,
Profeta,
Graciela Meneguzzi