Archivo de etiquetas| señor

Como miran los siervos, a la mano de su señor.

Solo cuando entiendes las instrucciones, es que las puedes seguir.

No hay oración corta, cuando ésta es hecha con un corazón ferviente. La fuerza de la oración no consiste en las muchas palabras, sino en el fervor del espíritu. Esta es la situación de este corto Salmo de David. Se conjetura, que tal vez, pudo haberse oído como un suspiro, en un tiempo de gran aflicción, como en los días de Nehemías, o de Antíoco. Lo cierto, es que desde tiempos antiquísimos, el mismo ha sido un consuelo para el cuerpo de Cristo.

«1Cántico gradual. A ti alcé mis ojos, A ti que habitas en los cielos. 2He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, Hasta que tenga misericordia de nosotros» (Sal 123:1-2).

Lo primero que vemos, es que levantó los ojos a los montes; a Dios. El acto mismo de levantar los ojos, indica que esperamos ayuda de alguien que está más arriba de nosotros. Es el testimonio de alguien creyente, humilde. La infidelidad, nunca llevará a nadie por encima de lo terrenal, Tampoco el orgullo hará que traspasemos lo cielos para hallar el socorro. Alguien que levanta sus ojos, reconoce que Dios es el que gobierna, que el mismo es su siervo. Es el testimonio de un corazón agradecido que reconoce que toda dádiva perfecta proviene de Dios. Suspira de esperanza y deseo de lo que puede provenir del Cielo.

«como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios». Para nosotros, no es fácil entender el pensamiento oriental. En ese tiempo, a la señal de la mano, los sirvientes sabían que debían realizar. Sea, servir, retirar, hacer entrar, etc. etc. Hoy mismo, nosotros hacemos muchas cosas, que van más allá de las palabras. Nos expresamos con la mano, para saludar, palmear aprovando, saludando al dar la bienvenida o despidiendo. Halagamos, aplaudimos, bendecimos, amenazamos o suplicamos.

Nuestros ojos deben mirar , aguardar, esperar; constantemente, con paciencia y sumisión, a Aquél que nos dará la respuesta a nuestra necesidad. No desespere, Dios conoce nuestra problemática, sabe en que momento justo enviarnos el socorro, la respuesta. Si abemos que El es nuestro amo, solo debemos aguardar que su mano se mueva a nuestro favor.

Le invito hoy a reflexionar, a buscar a Dios en quitud y confianza. Levantar sus ojos en humildad y seguridad, esperando con reverencia y gratitud. Reconociendo la magnificencia de su amorosa mano. Con seguridad, Dios le traerá mucho más bendición, de lo que imaginaba.

Dios le bendiga,

Pastora,

Graciela Meneguzzi