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Ten misericordia, oh Dios, ten misericordia.

A menudo el aparente desprecio oculta una inconfesa admiración.

«3Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros, Porque estamos muy hastiados de menosprecio. 4 Hastiada está nuestra alma Del escarnio de los que están en holgura, Y del menosprecio de los soberbios» (Sal 123:3-4).

Los consultorios de los psicólogos están repletos de personas, que en la mayoría, han atravesado una situación como la que este salmo describe. El menosprecio, en especial a la edad temprana, marca la identidad afectando la autoestima. De tal manera que el trauma puede trascender las épocas, y permanecer en el tiempo. Solo en Dios y en sus consolaciones, podremos mantenernos sanos, luego de haber hallado su tierno y amoroso consuelo de amor.

Por ejemplo, el mundo no pudiendo comprender nuestra santa devoción a Dios, se extraña, a la vez que en muchas ocasiones sonríe con desdén, nuestra fidelidad de asistir a la iglesia. Muchos de ellos, sufren de una crisis de pobreza espiritual tal, que a menudo, su único alegato, es su gran estabilidad económica. El salmista, hace mención del hastío que experimenta, de parte de los soberbios, que se creían seguros por su poder económico. Proclamaba que ya no daba más, que se sentía hastiado, o sea ya no soportaba el menosprecio, el desdén, la falta de respeto, y pedía a Dios misericordia.

El mensprecio de los soberbios es díficil de soportar. El orgullo de los grandes de la tierra, es amargo de manera especial; algunos, como alguien dijo: «son maestros de burlas, sarcasmos y desprecio, y saben como inyectar ese veneno a loa humildes». Y estoy conciente, que hablar del desprecio, es fácil, ser el objetivo del mismo, sin duda, es otra cosa. Hay grandes corazones que han sido quebrantados, y espíritus valerosos que se han marchitado, a causa de la falsedad y la hipocresía. No solamente, frente al mundo, sino en las realaciones, viniendo de los que uno ama, de aquellos que, tal vez están a nuestro lado. Sino, miremos, en nuestros días, la cantidad de femicidios, las mujeres que hasta mueren a manos de aquellos que debieran amarlas.

Pero, recordemos que también dice: «ten misericordia». Y si lo leemos bien, lo vuelve a decir. La mención duplicada, tiene que ver con una oración ferviente, pero hecha con seguridad que se va a obtener lo que se pide. Pedir misericordia, es pedir favor, gracia, que se actúe trayendo justicia. Si algo sabía el salmista, es que Dios es justo. Que él tomaría su causa y traería de su benevolencia para darle respuesta.

Por eso, le animo, a pensar en Jesús, el fue menospreciado y rechazado por los hombres, pero no cesó en su servicio, hasta que fue exaltado por su Padre. Llevemos nuestro yugo, y creamos firmemente que el menosprecio de los soberbios se nos cambiará en honor en lo venidero. Incluso, nos sirve de certificado que no somos de este mundo, porque si lo fuéramos, el nos amaría.

«18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. 20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.21Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado» (Jn 15:18-21).

Dios le bendiga!

Graciela Meneguzzi